Vivís
olvidándome. O quizá, más probablemente, me ignoráis adrede. Y cuando os
recuerdo mi naturaleza inevitable llevándome a uno de vuestros seres queridos,
clamáis al cielo, me maldecís o me culpáis de vuestra tristeza.
¿No os dais
cuenta de que si saboreáis la vida es porque sabéis de mi existencia?
Y, si no lo
estáis haciendo, ¿a qué esperáis? Yo no doy segundas oportunidades.
Mónica Prádanos