El fantasma Efag por fin había
conseguido su pasaporte al mundo de los vivos. No era cosa fácil. Uno tenía que
demostrar una voz bien modulada —para el clásico susto—, tener una cadena
convenientemente engrasada —para el ya tan común arrastre—, y, por último,
aunque no menos importante, la limpieza era esencial: un blanco apagado o sucio
no deslumbraba tanto al reflejar la luz de la luna (o de las linternas, que,
con tanto avance, un fantasma que se precie tiene que estar al tanto).
Hacía tiempo que el fantasma Efag
se pasaba el día haciendo gárgaras, tomando miel y clara de huevo, engrasando
su cadena y lavándose una y otra vez con el mejor blanqueador del mercado. Y,
con tanta grasa, os podéis imaginar que usaba muchísimo blanqueador. Pero, al
fin, consiguió el preciado pasaporte.
Esa noche, en la que las
criaturas del más allá podían ir al más acá, Efag estaba esperando el avión con
otros tantos pasajeros. Algunos ya eran veteranos; otros viajaban por primera
vez. Pero todos estaban muy emocionados. Y es que al mundo de los vivos no se
puede viajar todos los días, como se puede entender. En el más allá se vive muy
feliz —eso ninguno de sus habitantes lo discute—, pero en el más acá siempre
aparecen diversiones nuevas, y el día de los muertos podían disfrutar de todas
ellas. El fantasma Efag, como todos los fantasmas, tenía que dar al menos un
susto, pero a cambio podría hacer todo lo que quisiera. Mientras esperaba el
avión haciendo un crucigrama, pensaba en los helados que probaría y en las
atracciones a las que subiría.
Y entonces, de repente, el
bolígrafo expulsó un chorro de tinta que arruinó el crucigrama y, ¡horror!, su
sábana de un blanco impoluto. ¡Cómo lloraba y gemía y despotricaba el fantasma
Efag con su voz perfectamente equilibrada, y cuánto ruido hacía su cadena
engrasada a la perfección mientras se movía de un lado para otro, nervioso,
buscando a alguien que le prestara un poco de blanqueador! Pero no tuvo suerte,
y aprendió la lección: mejor usaría su lápiz en la próxima ocasión.
Mónica Prádanos