En
medio de una calle abarrotada, una niña señaló al cielo y gritó:
—¡Un
dragón!
Algunos
adultos miraron, sonriendo con indulgencia, para quedar boquiabiertos al ver,
en efecto, un dragón rojo, alargado y con escamas resplandecientes.
Media
hora después, voces que procedían de todas partes pronunciaban lo que parecían
conjuros, mientras las cosas más extrañas sucedían: los objetos volaban, los flores
caminaban y del cielo llovían algodones perfumados.
Un
poco más tarde, los viandantes se detuvieron a admirar un desfile que les dejó
fascinados: hadas de alas transparentes, duendes saltarines, trolls que hacían
malabares con grandes piedras…
Cuando
el sol cayó, en una casa de esa misma calle, un niño terminó de leer y cerró el
libro.
El
dragón se convirtió en una simple nube; las voces quedaron en silencio y los
que desfilaban se desvanecieron en forma de humo blanco.
Mónica Prádanos