Pronto se callará, lo sé. Ya la he
oído otras veces. Esa fiera infernal empieza a aullar como un gatito, pero a
medida que pasan los días el maullido se convierte en un rugido insoportable.
La odio, pero no puedo arrancarme las tripas para sacarla de ahí. Al menos,
creo que falta poco para que traigan de nuevo la “caja de la esperanza”. Así la
llaman. Ahí viene ya; me llega el olor desde el otro lado de la puerta. La
bestia aúlla más fuerte mientras me estruja el estómago. Me pregunto si esta
vez habrá jamón; lo echo de menos.
Mónica Prádanos
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