Me sirvo
una copa de vino. Como no puede ser de otra manera, me recuerda a ella.
Delicada como el cristal; tan transparente su palabra y su sonrisa. El pelo
dorado, las caricias dulces y el olor a la madera que tallaba. Ella me acompaña
mientras lo bebo. Sonríe y me besa, tan tierna.
Cierro
los ojos y sus recuerdos me arrullan como los brazos de ella. Y, como siempre,
lloro.
Cuánto
la he echado de menos.
Mónica Prádanos
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